Sonrisas.

lunes, 5 de enero de 2015

No hay nada más típico que la frase "nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde". Ahora bien, ¿cómo de cierta es?

Hace un año y nueve mese que llegaste a mi vida como un soplo de aire fresco. -¡Qué romántico!- Empezaron los saltos de ilusión en medio de una calle vacía por una palabra tonta que se escapaba entre tus labios, las risas pegadizas en pleno mes de abril, las noches hasta las tantas pegada a una foto tuya buscando algún maldito defecto para no darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Pasaron los meses entre llantos y alegrías hasta que llegó julio con su calor infernal y tus labios. Así paso el año y medio del siguiente.

No sé en que momento cambió todo, solo llegó octubre con ganas de guerra y se que desde entonces mi vida es un sin vivir. Ya no hay más sonrisas, ni más besos, no más caricias, ningún te quiero. Llegó ella con sus morritos de pez, su cara de no romper un plato y poco te importó que te sacara siete años.

Enero, ya van tres meses desde que te perdí y se dice rápido. Tres meses en los que no hay un maldito día en el que haya olvidado tus ojos y tu sonrisa, tu manera de llamarme nena, enana, pequeña... Ni un solo día en el que haya olvidado aquella pequeña costumbre de despertar antes que tu para verte dormir. Y aunque se que debería tener rencor hacia ti, no lo tengo. Me ganaste de tal manera que me siento idiota echandote de menos. Tanto de menos que aquí estoy escribiendote aun sabiendo que no lo leerás y sabiendo que a nadie le importa mis mierdas.

Dejé de ser tu "shine bright like a diamond" -brilla como un diamante- para convertirme en una piedra en tu camino.

Sigo esperando a que vuelvas y tropieces.